Sin Galeria, Rufino Tamayo

Rufino Tamayo

Rufino Tamayo vivió el siglo XX. Casi casi de principio a fin. De pequeño fue acólito y corista en una iglesia de Oaxaca. Ahí aprendió a intuir y amar el arte. Desde el campanario disfrutó las fiestas y procesiones de los barrios, sus danzantes, vestuarios, música y farolas. A los once años le tocó ver aterrorizado al cometa Halley. Poco después llegó a la Ciudad de México que le pareció “inmensa y formidable”. En el mercado de La Merced se fascinó con las formas y los colores de las frutas. Recorrió las calles del Centro. Fue estudiante en la Academia de Bellas Artes y maestro de arte en escuelas primarias. Tocaba la guitarra y cantaba (dicen que bastante bien). Viajó por los pueblos de México. Se casó con Olga. Trabajó en Europa y Nueva York. Fue dibujante en el Museo de Arqueología y contaba que ahí descubrió la “libertad absoluta en las proporciones del arte prehispánico”.

Es el México del siglo XX que vemos en su pintura.

Cuán diferente a la grandilocuencia épica, heroica, que nos enseñaron los muros de Vasconcelos.

 

Texto por Ana María García Kobeh

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